Caen las gotas, otra vez
con la tormenta
oscura y fría afuera,
caliente adentro.
Adentro, bien adentro,
candor de infierno.
Un grito cruza agudo,
seco,
lento,
por el huevo de la mente
que apenas se sostiene, allí dormida,
a punto de desaparecer.
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